lunes, 7 de enero de 2013

La publicidad ecológica, un consumismo disfrazado de verde


En los últimos años se ha magnificado la intensidad de la conciencia ecológica en un mundo que se encuentra en un estado de cambio climático. La emergencia del tema ha tenido efectos directos tanto en la producción de mercancías como en su sistema de promoción y venta. Así pues, la publicidad como catalizador de esta demanda no ha quedado al margen.

Todo esto comienza cuando investigadores del marketing y la publicidad comienzan a desarrollar estudios focalizados en conocer los efectos que ejerce el discurso “verde” en las decisiones de compra de los consumidores. Los estudios son concluyentes en este sentido: los consumidores prefieren aquellos productos que resultan menos dañinos con el medioambiente y son proclives a comprar un producto debido a su slogan ecológico.

Ejemplo de "publicidad verde" en una de las marcas más vendidas, Coca Cola.


Con estas garantías los fabricantes y productores pretenden convertir ese sueño en  realidad. Y hacernos creer que lo han conseguido es la función de los publicistas. Por eso, la publicidad se nos muestra vestida de verde. O mejor dicho, “disfrazada”.

Asistimos así a un creciente “lavado de cara verde” de las marcas, que pretenden asociar su imagen a la de un planeta limpio y un futuro sostenible sin aportar razones convincentes para ello. Claro está, no todos siguen esta línea, hay marcas que continúan fomentando el consumo y fabricantes que en su publicidad ensalzan comportamientos poco respetuosos con el medio ambiente, simplemente lanzando a las personas al consumismo.

Con profesionales en el arte de la creación de discursos y de la persuasión, se da lugar a mensajes publicitarios que utilizan por lo general argumentos ecológicos que son falsos o ciertos sólo a medias, y otros muchos datos que son confusos, ambiguos o que no aportan una información que ayude al consumidor a elegir.

Con todo esto se puede apreciar que a pesar de todo el supuesto movimiento ecológico que hay las personas que más poder tienen y las que más podrían contribuir a esta causa son las que menos hacen por ayudar, puesto que como siempre termina ocurriendo, los intereses económicos priman sobre el resto de valores. Aunque ello implique la destrucción de nuestro propio planeta.

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