viernes, 7 de diciembre de 2012

Tropiezos del hombre y la naturaleza



Japón vuelve a ser el principal escenario que ocupa los espacios mediáticos. Un terremoto ha vuelto a sacudir al país nipón que ha desencadenado en un tsunami , todo hace recordar a la ola gigante que devastó la costa pacífica de este país en marzo de 2.011. Recuerdos que vienen a nuestras cabezas como borrosas imágenes que veíamos todos los días durante un tiempo pero que no llegaban a formar parte de nuestra realidad, de nuestra vida.

Abrimos el periódico y nos volvemos a encontrar como cada mañana montones de noticias que nos afectan, pero que a la vez nos parecen ajenas. Sucesos que a veces resultan ser catástrofes de dimensiones casi inconcebibles. Hechos a los que hemos inmunizado nuestra sensibilidad al oír hablar de destrucción, muertes y desgracias. Todo queda reducido a cifras, nuestro subconsciente absorbe esa información de tal manera que parezca que no va con nosotros, sino con una realidad que queda muy lejana. Pero a pesar de esa coraza en la que nos acomodamos, ante catástrofes de estas magnitudes las personas adquirimos consciencia de lo frágiles que somos.

Dueños del mundo pensamos a veces. Pero cuando la naturaleza así lo quiere, las personas no son más que débiles y quebradizos elementos con los que juega a su antojo. Las leyes del mundo se ensañan aleatoriamente con el ser humano.

Ha llegado el turno de Japón, tras haber despertado de una horrible pesadilla en la que las olas se tragaron los sueños y vidas y de su gente, cuando aún no se han recuperado de las terribles consecuencias del cataclismo de hace más de un año, el destino ha decidido que se produzca un terremoto de 7,3 grados que ha hecho temblar el país. Ciudades enormes como Tokio quedan a la merced de un seísmo, rascacielos gigantes que tiemblan durante unos eternos minutos... Y es que pensamos a veces que somos capaces de controlarlo todo, hasta que llega una fuerza mayor y arrasa lo que parecía indestructible. Las catástrofes medioambientales demuestran una y otra vez la debilidad del hombre frente a la magnificencia de la naturaleza, por mucho que queramos controlar el mundo y romper con algunas leyes naturales los hechos siempre acaban demostrando que no se puede influir en el curso de la vida y que a pesar de todas las tecnologías desarrolladas el hombre es sólo una especie más del planeta.

Y lo más duro de todo, a lo que más nos cuesta hacernos a la idea, es que continuamente vivimos con la incertidumbre de qué será lo siguiente, cómo vendrá y a quién le tocará sufrirlo. Así, sólo queda la espera resignada de que no seamos los siguientes.


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